La sangre, el único tejido
conectivo líquido en el cuerpo humano, desempeña tres funciones generales:
- Transporte. La sangre transporta oxígeno de los pulmones a células de todo el cuerpo, y dióxido de carbono en la dirección opuesta. Además, lleva nutrimentos del tubo digestivo de desechos provenientes de las células de todo el cuerpo y elimina calor y productos de desechos provenientes de las células, y hormonas de las glándulas endocrinas a células de los diversos tejidos.
- Regulación. La sangre ayuda a regular el pH mediante sustancias amortiguadoras. Asimismo, participa en el ajuste de la temperatura corporal mediante las propiedades de absorción de calor y enfriamiento del agua presente en el plasma y de su velocidad de flujo variable por la piel, donde puede disipase el calor excesivo, que pasa de la sangre al entorno. Por añadidura, la presión osmótica influye en el contenido de agua de las células, principalmente por interacciones en que participan los iones y proteínas disueltos.
- Protección. La sangre puede coagularse, lo cual evita su salida excesiva del sistema cardiovascular cuando ocurren lesiones. Además, mediante la fagocitosis y la producción de proteínas llamadas anticuerpos, los glóbulos blancos brindan protección contra las enfermedades; lo mismo ocurre con los interferones y los componentes del complemento, otras proteínas que también contiene la sangre.